La función del arquero-líbero es una realidad del fútbol mundial.
La función del arquero-líbero es una realidad del fútbol mundial. Y como realidad, el debate ha ido mutando del “¿cuándo nació/explotará?” al “¿cómo defenderlo/desarrollarlo?”. Por consiguiente, entendiendo que defender ante un arquero-líbero es, probablemente, lo único que no sea opcional y que el análisis, pese a bases y conceptos, siempre será subjetivo por su estrecha relación con la interpretación personal, este artículo se basó en la recopilación de escenarios y patrones defensivos más comunes ante dicha interacción.
No obstante, previo al análisis de situaciones, para tener una idea de cómo defender, es necesario entender y responder a la interrogante “¿qué busca el equipo rival con la utilización del arquero-líbero?”.
Si bien no hay una única respuesta, tampoco hay una amplia variedad de ellas. Superioridad y/o amplitud en pro de una salida limpia desde el fondo es el objetivo más común. Sin embargo, entendiendo que la función del arquero-líbero demanda ciertos criterios técnico-tácticos netamente ligados al ritmo y la circulación/progresión de juego en la figura del guardameta, su utilización también puede traducirse en una invitación a la presión alta con el fin de generar/activar espacios y progresar rompiendo líneas de presión.
Una vez se conoce qué busca el equipo rival con la utilización del arquero-líbero y qué demanda dicha función, se obtiene una base más sólida para responder a la interrogante: “¿cómo defender ante un arquero-líbero?”.
Partiendo desde la premisa que indica que el rival busca progresar, en primera instancia, provocando una presión alta para generar espacios y luego progresar con el balón dominado al romper líneas de presión (pese a las demás variantes mencionadas), el equipo defensor, de acuerdo a las características que posee, las piezas y automatismos del rival y el momento del partido, debe elegir cómo defenderse. Porque el defender no es elegible, pero el cómo defender -inicialmente- sí lo es.
A partir de allí, el primer escenario a resaltar será, probablemente, el que más le conviene al equipo que utiliza al arquero-líbero en la construcción de juego: situación de presión alta sin coordinación (hecho individual aislado). Es decir, la totalidad del bloque no acompaña en la presión alta y, mayormente, al hombre. Esta suele desarrollarse con los atacantes del equipo defensor y, en gran medida, buscan prolongar la presión hasta la figura del arquero.
La figura del arquero-líbero demanda criterios técnico-tácticos que, ante los espacios de una presión alta como hecho individual aislado, sobre todo con tantos metros de distancia entre la primera y la segunda línea de presión, se potencian en cuanto a valor. La relación riesgos-recompensas se fija, precisamente, en estas situaciones; el riesgo (la pérdida) es casi la totalidad de un gol en contra. Dicho esto, lo que el arquero pueda provocar en el colectivo (interacción) debe darle un sentido a ese riesgo. Y en equipos que mantienen ideas relacionadas de una u otra manera al juego de posición, como Vélez Sarsfield con Gabriel Heinze (fotos 2-3), romper esa primera línea de presión rival, generar amplitud y encontrar espacios a espalda del contrario para progresar, tiene un gran valor para el posterior desarrollo del ataque.
Parafraseando a Dan Blank en High Pressure, la presión alta es la reacción natural del jugador (y, por ende, del equipo) que no tiene el balón. En efecto, pudiese existir cierta relación de dicha afirmación con la conducta de la situación antes vista, en especial por lo “antinatural” y oportuno que podría ser la función del arquero-líbero para el atacante rival. Sin saber que, sin el colectivo, ese jugador, muy probablemente, está haciendo justo lo que el rival busca que haga.
Sin embargo, cuando se trata de una presión alta como acción colectiva organizada, la situación es muy distinta. A priori, no se detectan espacios con tanta facilidad ni accesibilidad y la progresión en corto/medio con balón dominado se dificulta considerablemente. Y en Sudamérica, por ejemplo, donde no suelen abundar criterios colectivos para salir jugando, este tipo de presión cobra mayor grado de efectividad.
Tomar cada una de las opciones en corta y media distancia de las que dispone el rival en salida, directamente, condiciona al equipo poseedor del balón; construir desde el fondo demandaría mayor velocidad y precisión en cada gesto técnico, así como también disminuiría considerablemente el margen de error, que ya era mínimo. Es decir, la dificultad es mayor.
No obstante, hay dos (2) puntos claves a resaltar en este tipo de presión: en primera instancia, para el equipo defensor, demanda gran cantidad de energía y concentración; desgasta. No es común que un equipo pueda sostener dicha coordinación a lo largo de todo un partido. Y allí es vital la dirección de campo midiendo el momento del partido y la presión a ejercer: con un equipo cansado, un intento de presión alta podría acabar en escenarios como el del primer caso (bloque inconexo), facilitando la labor de salida y complicando el retroceso de cara al propio arco.
Por otro lado, la presión alta individual puede provocar el lanzamiento en largo por parte del arquero o alguno de los centrales, donde, muy probablemente, el equipo defensor se encuentre en inferioridad numérica o, como mínimo, en igualdad. Muy pocas veces estarán en superioridad numérica por el tipo de presión que ejercieron y el “jugador extra” que supone el arquero-líbero. Como todo, tiene sus riesgos. En la primera fecha de la Primera División de Chile, cuando la Universidad Católica de Ariel Holan visitaba a Santiago Wanderers, esto se puso observar con múltiples lanzamientos de Matías Dituro a Fernando Zampedri ante la imposibilidad de salir jugando desde el fondo a causa de la buena presión alta individual que ejerció el cuadro dirigido por Miguel Ramírez.
Pero no todo es presión alta. También está la presión zonal en bloque medio-bajo. Y que, al igual que también comenta Dan Blank sobre la presión alta, tiene gran utilidad en “momentos” y como “diseño”. Es decir, un equipo puede hacer uso de este tipo de presión, por ejemplo, debido al momento del partido (a partir del desgaste y la disminución que esta supone en la efectividad de la presión alta) o puede plantear un encuentro a partir de este tipo de presión y su altura, directamente.
Este, quizá, sea el tipo de presión que menos convenga a la función del arquero-líbero. No quiere decir que sea el más efectivo, pero si el que, para obtener recompensas considerables, requiere de mayor cantidad y magnitud de riesgos. Por ejemplo, si bien el arquero puede activar espacios a través de envíos largos, posiblemente necesite estar más adelantado que de costumbre. Y se expone a una drástica variación en la presión con aún menos margen de error. Aunque, en ocasiones, incluso el aporte del arquero es nulo y solo expone un riesgo.
La presión zonal, no obstante, es uno de los tipos de presión más complejos y agotadores. Además, es un comportamiento colectivo ideal para afirmar que el desgaste mental puede incluso provocar/aumentar el desgaste físico sin la necesidad de un gran recorrido activo. Líneas compactas, vigilancias activas, basculaciones… todo requiere un gran nivel de concentración, por lo que agota y, por consiguiente, tiende a ser menos “efectivo” con el paso de los minutos. Por lo que habrá espacios/oportunidades para progresar. Y por lo que no hay método 100% efectivo para defender absolutamente nada, pero sí patrones útiles (certezas) para desarrollar.